UNA
HISTORIA DEMASIADO TRISTE
Dedicado a Madres y Abuelas
Hace unos cuantos años en
varios lugares de la tierra hubo una invasión de seres ajenos a la
humanidad, se fueron infiltrando en lugares estratégicos de poder,
odiaban las flores y su plan era terminar con todos los jardines, no
soportaban el aroma de frescura, el oxígeno que allí se respiraba
con cada flor que se iba abriendo al mundo; pero ya se sabe, cuando
una flor ha decidido nacer y elevarse no se la puede detener, sólo
si se la arranca, y aún así hay que aplastarla pues cortada sigue
despidiendo su perfume. Pues, una vez que tuvieron muy bien armado su
plan de exterminio, comenzaron a destruir; muchos, amantes de la
vida, trataron de esconder sus jardines pero ellos se infiltraron, se
hicieron pasar por ángeles que amaban las flores e introdujeron la
muerte dentro también de esos jardines secretos. Otros, cobardes,
sin participar directamente, ayudaron por conveniencia propia, si no
había jardines ellos podían aprovecharse de esos espacios y poner
ahí en venta sus objetos, ya no serían lugares públicos donde
todos pudieran beneficiarse oliendo una flor o simplemente sentándose
a respirar el aire puro.
Algunas especies de flores
fueron más perseguidas que otras, eran las que más se destacaban
por su brillo, sus colores puros, su aroma profundo que llegaba a
percibirse desde lejos, fueron exterminadas y si se les caía alguna
semilla que, obstinada, seguiría germinando, pensaron: bueno, quizás
no debamos matarlas, podríamos hacer injertos y usarlas para nuestro
provecho, de ese modo las quitaban del jardín arrasado y las
trasplantaban a jardines artificiales donde pensaban dirigir su
crecimiento para utilizarlas en su propio beneficio, les inyectaban
sus propios aromas rancios que eran los que ellos disfrutaban. Fueron
años dolorosos, oscuros, la gente que amaba los jardines ya casi no
salía, algunos trataron de cultivar alguna que otra flor en sus
casas pero con miedo y a escondidas, otros también a escondidas
buscaban reunirse para hablar, recordar cómo era la vida antes,
cuando se respiraba oxígeno, y también para darse un poco de ánimo
mutuamente, pero era mucho riesgo, si se los descubría, se los
aplastaba como si por solo amar las flores ya fueran ellos mismos
posibles futuros jardineros. También hubo otras aberraciones
tremendas, personas que simplemente hubieran pasado por casualidad
frente a algún jardín o que fuera sospechado de haberlo hecho, era
tragada por la tierra, sin que pudiera saberse nada más de ella,
igual que si hubiera sido una flor.
Un grupo de jardineras, las que
habían estado cuidando durante años flores sembradas y cultivadas
por ellas mismas, no pudieron soportar tanto dolor y, valientes,
¿pues qué miedo podían tener si ya les habían arrebatado lo más
valioso que tenían? comenzaron a quejarse, a reclamar en lugares
donde pudieran ser escuchadas, querían y exigían saber qué había
pasado con sus plantas; las quisieron callar pero sus voces eran aún
más potentes que el aroma de todas las flores arrancadas, ellas
fueron el David de esta historia, no les fue fácil esa lucha,
algunas quedaron también en el camino, las demás saben que hay
muchas de esas semillas que han germinado, que siguen prisioneras en
esos invernaderos artificiales, pero siguen luchando, se seguirán
escuchando sus voces hasta que se pueda reponer cada flor al jardín
que le corresponde.
Así sea.