miércoles, 9 de abril de 2014

Este es el libro que publicó Mis escritos con los ganadores del concurso de literatura infantil donde un cuento mío obtuvo Mención de Honor y abajo está el cuento.



                                REVOLUCIÓN EN LA COCINA




Esta es la historia de lo que sucedió una vez en la casa de doña Estela.
Ella era muy buena cocinera y sus platos, ollas, sartenes y cubiertos habían sido muy felices hasta el día en el que dejó de usarlos y comenzó a comprar comida hecha. Al principio los utensilios pensaron que eso no duraría mucho tiempo, pero pasaron los meses y todo seguía igual.
Una noche, las ollas, que son las que más se enojan, empezaron a golpear sus tapas para llamar a todos y ver de encontrar la forma de terminar con esa situación. Los platos que son muy gritones hablaban todos juntos
–Esto no puede ser –decían los de sopa– ya nadie nos utiliza, en la rotisería no venden sopa y extrañamos los ricos caldos de doña Estela.
–Peor estamos nosotros –decían los platos playos– que nos ponen encima esas horribles croquetas y las milanesas quemadas y finitas.
Un tenedor de postre estaba por hablar pero el sartén lo interrumpió con su vozarrón gritando “a mi ya nadie me usa, me estoy oxidando en un rincón”.
La olla más gorda quería calmarlos pero estaban todos tan nerviosos que no la escuchaban, los cuchillos, amenazantes, hablaban todos juntos, las cucharitas por miedo a interrumpir a los mayores estaban calladitas, los tenedores trataban de imponer respeto pinchando a todos para que hicieran silencio, pero como no lo lograban fueron a buscar al palo de amasar, cuando éste apareció todos enmudecieron porque él era muy sabio.
–No es cuestión de gritar –dijo– hay que pensar un plan para que doña Estela vuelva a cocinar, se me ocurre que podríamos cambiarnos de lugar en los armarios, así cuando nos busque no nos va a encontrar. Creo, por los años que hace que la conozco, que si, por ejemplo, busca un plato y encuentra el sartén y ve que él se está oxidando le va a dar pena o cuando necesite un tenedor y aparezca en su lugar la espumadera, recordará las ricas papas fritas que hacía.
–Si –dijo el cucharón– y cuando me vea a mí ¡querrá comer puchero!
Y así, todos de acuerdo, cambiaron sus lugares y más tranquilos, se fueron a descansar.
Al día siguiente, cuando la señora quiso servirse la ensalada de porotos que había comprado, fue a buscar un plato y encontró al colador, buscó más a la derecha y su mano tropezó con el mango del sartén oxidado, lo miró y pensando en el tiempo que hacía que no lo usaba, lo sacó del armario para lavarlo, al hacerlo vio que detrás estaba la olla en la que preparaba los guisos y recordando lo ricos que le salían y qué hermosos momentos habían compartido en familia, la sacó también, así, un poco triste fue vaciando todos los armarios. Y mientras limpiaba todo y lo volvía a acomodar, pensó en llamar a parientes, amigos y vecinos para invitarlos a comer un guiso enorme que luego fue famoso en todo el barrio.
Desde ese día, ella no compró nada más hecho y las puertas de su casa siempre están abiertas para que cualquiera que guste de la comida casera entre a comer algo delicioso y hecho con amor.
Cuando pases por la casa de doña Estela, tocale el timbre, seguro tiene algo rico para convidarte.